¿Quien, en alguna ocasión, no se ha olvidado de qué iba a buscar en otra habitación, no recordaba donde dejó el coche aparcado, no ha conseguido recordar el nombre de alguien que le acaban de presentar, o no encuentra la palabra justa que quiere decir?

Los fallos en la memoria de este tipo de carácter puntual son habituales a cualquier edad. Y además se pueden intensificar por diversos factores: ansiedad, cansancio, estrés, depresión…

¿Cuándo nos tenemos que preocupar? ¿Si ya somos mayores podríamos estar en la antesala de una demencia cómo la enfermedad de Alzheimer?

Cuando añadimos la variable edad debemos considerar que en el envejecimiento normal ocurre un declive de la memoria y otras funciones cognitivas. Este declive cognitivo asociado a la edad no es global (hay funciones que decaen y otras que no), así cómo no es igual en todas las personas. Además, problemas médicos habituales en la gente mayor, como por ejemplo la hipertensión o la diabetes, pueden también estar implicados en el rendimiento cognitivo de la persona.

Diferenciar cuando se trata de uno olvido “normal” y cuando se trata de una condición patológica a menudo no es una tarea fácil. Además puede ser difícil diferenciar entre el deterioro asociado a la edad, el deterioro cognitivo leve (que no necesariamente será el primer paso de una demencia) y un estadio inicial de demencia.

A pesar de las dificultades expuestas, vamos a detallar algunas características que pueden ayudar a valorar si los olvidos pueden ser preocupantes y debemos consultar a un especialista:

– Los olvidos interfieren significativamente en la ejecución de nuestras actividades diarias de forma satisfactoria e incluso ponen en peligro nuestra integridad.

– Se olvidan cosas relevantes y normalmente próximas en el tiempo, cómo ir a recoger a los nietos cuando es una actividad diaria, o no recordar una conversación mantenida el día anterior.

– Los olvidos son muy frecuentes y se olvidan las mismas cosas repetidamente.

– Existe un cambio significativo en a la capacidad cognitiva actual de la persona comparada a cómo era unos meses o años atrás.

– La persona no es consciente de sus fallos de memoria o le resta importancia. Y por lo contrario los familiares y amigos muestran preocupación por estos fallos. En cambio el olvido benigno molesta mucho a quien lo padece, pero no a su familia, ya que el entorno le da la importancia que verdaderamente tiene.

– Si la persona repite o pregunta reiteradamente cosas, y si se desorienta en espacios y lugares de recorrido habitual o bien conocidos.

Consultar a un especialista para hacer una valoración exhaustiva de las funciones cognitivas y su repercusión a nivel funcional y emocional nos puede ayudar a evitar inquietudes innecesarias y también para iniciar, si fuera necesario, el tratamiento adecuado y ayudarnos a tomar decisiones para enfrentarse a una posible enfermedad. Un primer paso para esta valoración es la exploración neuropsicológica, donde el paciente se somete a tests de memoria y también se evalúan otras funciones cognitivas, como pueden ser la flexibilidad mental, la capacidad de inhibición y la orientación en el espacio.

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