El periodo vacacional laboral o académico, tan necesario en toda persona con una vida activa y productiva, comporta un cambio en las actividades y hábitos cotidianos, que paralelamente suele conllevar una disminución de la presión del entorno y, en consecuencia, una relajación de nuestro nivel de activación.

Por todo ello, para la gran mayoría de personas que pueden disfrutar de unas merecidas vacaciones, es de esperar que experimenten un corto periodo de impase entre la recién acabada etapa vacacional y el inicio de las exigencias propias de la vida laboral o académica activa. Se trata de un breve periodo donde pueden notar una dificultad añadida entre las demandas del entorno y el nivel de respuesta del momento, pero que en ningún caso altera su vida de forma significativa. Es una etapa que podemos denominar de forma genérica como proceso de adaptación.

Esta etapa difiere en cada persona, en función de variables tan distintas como el tipo de actividad laboral o académica, el nivel de estrés habitual y la resistencia al mismo, el estado anímico del momento y también los rasgos de personalidad de cada uno de nosotros.

Es importante resaltar que esta etapa no constituye en absoluto ningún trastorno psicológico ni nada parecido, sino más bien responde a la necesidad humana de adaptarse de forma progresiva a cualquier cambio en el entorno.

En este sentido, basta seguir unos pocos consejos para conseguir una exitosa adaptación en la vuelta de la actividad productiva, como por ejemplo:

– No realizar un periodo vacacional excesivamente largo ni agotador.

– Mantener cierto horario vacacional no muy distinto al habitual.

– No alargar el periodo vacacional hasta justo antes de iniciar la actividad, sino iniciar la rutina 2 ó 3 días antes de la incorporación, recuperando los ritmos de sueño y alimentación.

– Iniciar alguna actividad de ocio, compatible con la actividad laboral o académica, para suavizar el cambio de ritmo.

Ahora bien, dicho lo anterior sí debemos afirmar que, en ocasiones, algunas personas experimentan síntomas de malestar durante los primeros días de actividad laboral o académica, que por su intensidad y duración superan lo esperado en un mero proceso de adaptación. Nos referimos a sensaciones, tanto psíquicas como físicas, como tristeza, fatiga persistente, irritabilidad, alteración del sueño y del apetito, falta de interés por el entorno, nerviosismo o apatía generalizada.

En este sentido, cuando estos síntomas se mantienen más allá de unos pocos días y afectan al estado psicológico global de la persona y a su rendimiento laboral o académico de forma significativa, podemos hablar del comúnmente denominado síndrome postvacacional.

No obstante, las instituciones científicas internacionales en salud mental y las asociaciones de psicopatología y psiquiatría, no contemplan ni recogen en sus criterios diagnósticos tal etiqueta clínica, sino que sus síntomas se consideran equivalentes a un Trastorno Adaptativo.

En este sentido, según el manual de referencia DSM-IV-TR, de la Asociación de Psiquiatría Americana, los criterios que definen un trastorno adaptativo son los siguientes:

A. La aparición de síntomas emocionales o comportamentales en respuesta a un estresante identificable tiene lugar dentro de los 3 meses siguientes a la presencia del estresante.

B. Estos síntomas o comportamientos se expresan, clínicamente del siguiente modo:

(1) malestar mayor de lo esperable en respuesta al estresante

(2) deterioro significativo de la actividad social o laboral (o académica)

C. La alteración relacionada con el estrés no cumple los criterios para otro trastorno específico.

D. Los síntomas no responden a una reacción de duelo.

E. Una vez ha cesado el estresante (o sus consecuencias), los síntomas no persisten más de 6 meses.

El curso puede ser:

Agudo: si la alteración dura menos de 6 meses.

Crónico: si la alteración dura 6 meses o más.

Subtipos predominantes:

Con estado de ánimo depresivo. Cuando hay síntomas como llanto y desesperanza

Con ansiedad. Cuando hay síntomas como nerviosismo, preocupación o inquietud.

Mixto con ansiedad y estado de ánimo depresivo. Cuando hay una combinación de ansiedad y depresión.

Con trastorno del comportamiento. Cuando hay una alteración del comportamiento, con incumplimiento de las reglas sociales y derechos ajenos.

Con alteración mixta de las emociones y el comportamiento. Cuando hay tanto síntomas emocionales (ansiedad y depresión) como trastorno del comportamiento.

No especificado. Cuando hay reacciones desadaptativas, como inhibición laboral o quejas somáticas, que no cumplen los subtipos anteriores.

Así pues, podemos observar que un auténtico síndrome postvacacional implica, más allá de un periodo progresivo de adaptación laboral o académico, una sintomatología ansiodepresiva y comportamental que desadapta a la persona de su entorno y que conviene evaluar y tratar de forma adecuada.

En este sentido, será conveniente, después de una completa evaluación psicopatológica, la realización de un proceso de psicoterapia, habitualmente un programa de terapia cognitiva breve, focalizado en la comprensión del cuadro clínico por parte del paciente, en la activación conductual, así como en el desarrollo de técnicas de afrontamiento -según los síntomas predominantes-, como la reestructuración cognitiva y el aumento del autocontrol emocional.

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