Aunque existen aún pocos estudios acerca de las consecuencias que un SAP va a tener a corto y largo plazo en los/las menores, sí se ha podido observar, en lugares como el Punto de Encuentro Familiar, ante la simple presencia física del progenitor rechazado, reacciones de ansiedad, crisis de angustia y miedo a la separación; el progenitor aceptado informa además de alteraciones a nivel fisiológico en los patrones de alimentación y sueño, conductas regresivas, y de control de esfínteres.

Ante la presencia de la sintomatología descrita, indicar que a nivel de relación paterno/materno filial, es aconsejable que los menores continúen teniendo relación con el progenitor alienado, ya que una de las estrategias que va a utilizar el progenitor alienador va a ser que se suspenda el régimen de visitas utilizando tácticas como las descritas anteriormente. Por ello es importante además dar pautas y orientaciones adecuadas al progenitor alienado para que durante los contactos no favorezca con su conducta o verbalizaciones, el mantenimiento del SAP. Dichas orientaciones van encaminadas a no realizar reproches a los menores, ni entrar en sus ataques, teniendo en cuenta que no hablan por ellos mismos, dar respuestas que satisfagan un reproche o necesidad que transmite el/la menor, en los casos en que estemos ante un nivel leve o moderado en el que se realicen visitas, centrar estas en un ambiente lúdico entre ambos, buscar actividades que sean del agrado del menor, y posteriormente tareas más personales, etc.

Los síntomas que se han asociado al SAP son, en suma, los siguientes:

– Campaña de denigración en la cual el niño está obsesionado con el odio hacia uno de los progenitores: se combinan aquí el “lavado de cerebro” que lleva a cabo el progenitor alienante con la propia contribución del hijo a la denigración del progenitor alienado. No estamos ante el SAP si el hijo no colabora en esta campaña.

– Racionalización de la conducta de manera débil, absurda o frívola: el SAP sólo puede predicarse de hijos que no han sufrido ningún tipo de abuso, físico, sexual o emocional, ya que de lo contrario podría justificarse la conducta denigrante del menor hacia el progenitor. Al contrario, el SAP se caracteriza por que el menor justifica con argumentos absurdos su odio hacia el progenitor alienado.

– Falta de ambivalencia: en las relaciones personales siempre existen aspectos positivos y negativos. Los niños que presentan SAP son incapaces de reconocer los aspectos positivos de su relación con el progenitor alienado y sólo se centran en los negativos, y, de manera inversa con el progenitor alienante.

– El fenómeno del “pensador independiente”: este fenómeno ocurre cuando el niño hace suyos los sentimientos de odio hacia el progenitor alienado cuando en realidad, está imitando los del progenitor alienante.

– Apoyo automático al progenitor alienante: el niño que presenta SAP apoya de forma automática y sin reflexionar al progenitor alienante en casos de conflicto entre los padres.

– Falta de remordimientos por la crueldad hacia el progenitor alienado: los niños con SAP no tienen ningún tipo de remordimiento en sus manifestaciones de odio hacia el progenitor alienado, quien tiene la opción de, o tolerar el comportamiento del niño, o suspender el contacto.

– Presencia de “situaciones” prestadas: el hijo describe situaciones que, por su naturaleza, son impropias de su edad y se intuye que son obra del progenitor alienante.

– Extensión de la animosidad hacia la familia del progenitor alienado: el odio del niño puede extenderse a familiares del progenitor alienado y negarse a visitarlos.

Los criterios para identificar si un niño está sufriendo SAP según Aguilar son (Aguilar, 2008):

– Los menores, apoyados por la madre o el padre alienador, inician una campaña de injurias y desaprobación hacia el otro progenitor, a través de la cual expresan su rechazo, odio o temor hacia él.

– Cuando pretenden argumentar su actitud, utilizan explicaciones tribales para justificar la campaña de desacreditación, razones que exponen fríamente, en muchas ocasiones de modo estereotipado y sin lógica.

– El menor construye un mundo dicotómico, de bueno y malo, en el que se da una ausencia de ambivalencia hacia el progenitor rechazado, del que no cabe esperar nada bueno y al que se considerará culpable de cualquier prejuicio que le acontezca.

– El menor piensa que ha llegado a esta situación movido por su autonomía de pensamiento, es decir, sin influencia externa, únicamente como decisión lógica y propia tras sus experiencias vividas.

– Si se produce cualquier ataque, venga de donde venga, hacia el progenitor al que está unido, el menor llevará a cabo una defensa del padre alienador.

– Los menores que manifiestan este comportamiento muestran una ausencia de culpa ante los sentimientos del padre o la madre rechazado, que les permite su exploración emocional y económica.

– En un discurso, el niño utiliza escenarios prestados en sus expresiones, que consisten en situaciones, pasajes, conversaciones y términos que expresa como propios o vividos en primera persona, aun cuando jamás hubiera estado presente cuando ocurrieron o resulten incoherentes con su edad.

– Se produce una extensión de odio del progenitor alienado, que provoca en el niño un rechazo extensible también a la abuela, los tíos y primos de la familia del progenitor rechazado.

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